Primero que nada, se entrenaba en alpargatas y calzoncillos Si querías mirarte, tenías que traer un espejito de tu casa.
Hoy quería hablar de los gimnasios antiguos o proto-gimnasios (comparados con los megatlones de hoy) donde entrenaban los titanes de antaño. Las fotitos que expongo pertenecen al gimnasio Hércules, uno de los mejores gims de finales de los cincuenta y principio de los sesenata que pertenecía al campeón argentino Raúl Montoya.
En aquellos años los gimnasios eran muy diferentes a los actuales. Su número era escaso, desperdigados en diferentes puntos del mapa. Un entusiasta del deporte debía realizar una gran caravana para ir a entrenar a un sitio que reuniera las condiciones adecuadas. Por su empeño a prueba de todo y por entrenar en condiciones adversas, en cuevas heladas o infernales, con fierros precarios y máquinas primitivas, a los culturistas comenzó entonces a denominárseles : "fierreros".
Estas grutas culturistas estaban armadas con una barra olímpica oxidada, un banco para hacer pecho, una camilla que se cargaba con discos y el resto eran máquinas de ejercicios que los dueños copiaban de verlas en las revistas yanquis. Los ladrillos no existían y las máquinas se cargaban y descargaban con discos que se compraban a importadores (Weider, los más comunes). Las mancuernas se armaban a mano o se soldaban los discos para que quedaran fijas. Los abdominales se hacían sobre una tabla recta, dura como una piedra, o sobre un banco romano, el no va más de la tecnología.
Gimnasios gloriosos de esos años fueron el de Jorge Brisco, en Martínez, joven de familia acomodada y futuro campeón y el gim improvisado de los muchachos del Ancla en Olivos, donde entrenaban Eliseo Panza y el Ancho Peuchele entre otros.
Años después a un tipo se le ocurrió agregar una silla con un tope